Quiero ser un buen ladrón
Prácticamente he escuchado hablar de Jesucristo toda mi vida. Mis viejos son hijos de pastores así que podría decir que nací en la iglesia. No fue hasta mis 20 años que me entregué por completo al Señor, te preguntarás por qué a mis 20 años recién me cae la ficha ¿no? Un clásico, iba a la iglesia por ir, no me interesaba el mensaje, no me interesaba lo social. En mi casa no había opción, todos los sábados a jóvenes y todos los domingos al culto, sin excepciones. Así “obligado” pasaban los años pero nunca un encuentro verdadero con Dios.
Cuando conocí y me entregué al Señor de todo corazón hubo algo que me llamo la atención, constantemente ante las circunstancias que viví a partir de ese momento, la palabra de Dios venía a mí en versículos como si los supiera de memoria. ¿Si yo nunca agarre una biblia? me preguntaba ¿Qué pasó?
Isaías 55:10-11 explica perfectamente lo que pasó: "Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos."
La constancia de mi vieja de “exponerme” a la palabra de Dios todos los fines de semana por más que no quisiera hizo que esta quedara impregnada en mi espíritu, era palabra de Dios que había adquirido pero no había germinado.
Todo esto me hace reflexionar en dos cosas: Primero, no te canses de declarar la palabra de Dios a los que te rodean, de bajar principios del reino a tus vecinos, compañeros de trabajo, familia que aún no conoce a Jesús, esa palabra queda en su espíritu, va a volver con fruto, en algún momento de necesidad se “van a acordar” de lo que les dijiste. Martillá, martillá y no te canses de martillar, yo le agradezco a mi vieja que haya sido tan “pesada”.
20 años después de haber conocido al Señor me doy cuenta que nos sigue pasando lo mismo, recibimos palabra por todos lados, hay predicas o reflexiones que nos impactan, nos emocionan, nos animan o desafían, pero no hacen mella en nosotros y a veces pareciera que no van a hacer mella nunca, escuchamos siempre la misma palabra al derecho y al revés pero no cambiamos.
¿Te acordás de los ladrones que estaban al lado de Jesús cuando fue crucificado? (Lucas 23:39-43) Siempre nos referimos a ellos como el “ladrón bueno” y el “ladrón malo”, yo creo que el bueno no era solamente bueno porque creyó en Jesús, era bueno porque le cayó la ficha enseguida, después de escuchar a Jesús el ladrón sabía que el Señor era inocente, penetró la palabra y cambió de actitud.
A veces me gustaría que mi corazón fuera así, que no sea solo una emoción del momento, cambiar por completo. Ojo, los dos ladrones escucharon a Jesús, pero uno solo cambió la forma de pensar.
Pedile al Señor un corazón permeable a su palabra, un corazón enseñable. Finalmente la palabra de Dios no volverá vacía, cumplirá su propósito en vos, pero ¿vale la pena esperar años cuando podes cambiar hoy?
Eso depende de vos, no de la palabra.
© Espíritu Santo
Intérprete: Javier Arevalo
Facebook: Hijos del Viento
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