El jardín de lo imposible


Fue el momento más aterrador de mi vida, me encontré en medio de hierros retorcidos, inundaba el ambiente olor a aceite quemado y humo, el sabor metálico en mi boca confirmo mis sospechas, habíamos tenido un accidente. Lo único que me importaba era saber si estaba bien Lara, la mujer con la que compartí 47 años de mi vida. Unos días atrás me había dicho que ya estaba grande para manejar y tenia razón, mis reflejos ya no eran los mismos que a los 20. Comencé a intentar moverme, milagrosamente podía doblar todas mis extremidades, Lara no estaba en el asiento del acompañante, el vidrio del parabrisas de ese lado estaba roto. La oscuridad de la ruta no me permitía ver contra que habíamos chocado, calculando mentalmente la dirección de donde podría estar Lara comencé a gatear siguiendo esa línea imaginaria. Allí estaba, muy ensangrentada pero respiraba, seguía viva, no me animé a moverla. Me di vuelta buscando ayuda, estábamos solos en medio de la ruta, algún automóvil que pasara nos podría acercar a un hospital cercano. Con desesperación miré hacia el bosque buscando alguna edificación, lo que vi me sorprendió tanto que tuve que observar varias veces para comprobar que no estaba alucinando. Una luz muy brillante salía de en medio de los árboles en forma de puerta, no lo dudé un segundo, otra opción no me quedaba, corrí hacia la luz y a medida que me acercaba, la luz que salía de esa puerta era cada vez más brillante, no lograba ver nada del otro lado, mi estado de desesperación y euforia no me dejaron razonar lo que estaba a punto de hacer, iba a cruzar la puerta si saber que había del otro lado.

Fue como si me hubiera zambullido en una pileta de natación, todo estaba lento como si no existiera la gravedad, veía todo muy borroso, no se distinguían imágenes claras, pero solo fueron unos segundos, al instante todo se llenó de luz, estaba en el medio de un jardín de un campo inmenso. Me rodeaban arboles frutales, plantas que nunca había visto, flores extrañas pero a la vez bellísimas, enredaderas de hojas de diversos colores. El impacto visual era impresionante, atraído por el sonido del agua me acerqué al nacimiento de un rio, a lo lejos se bifurcaba en al menos 4 brazos. El agua era tan cristalina que no resistí la tentación de tocarla, lo que vi reflejado me dejó pasmado, veía con asombro sobre la superficie del rio la cara de un niño, era yo pero a mis 10 años. Instantáneamente trate de hacer memoria de qué estaba haciendo en ese jardín, no podía recordarlo, a mi mente venían palabras como “Lara”, “accidente” o “ruta”. La sensación de volver a tener 10 años me tenia extasiado, comencé a correr como para probar mis músculos y la elasticidad de mis piernas. Las vueltas en trompo eran mis favoritas así que inicié una danza que me llevó a girar a gran velocidad hasta perder la percepción de donde estaba parado, mi danza finalizó cuando de pronto me golpeé repentinamente contra una persona.

Asombrado por el golpe violento contra la hierba me volví rápidamente para ver contra quien había colacionado, la figura era imponente, sus vestiduras blancas me deslumbraban, lo más extraño de todo fue que al mirar su rostro no logré distinguir sus facciones, era como si su cara estuviera hecha del mismo material que el sol, sus ojos se veían como dos llamas de fuego.
–Te estaba esperando –me dijo.
–¿Quién es usted? –pregunté.
–YO SOY el dueño de este jardín –respondió.
–¿Y por qué me estaba esperando? –pregunté asombrado.
–Estoy muy emocionado –prosiguió–, quiero mostrarte algo, es un juego y las reglas son muy simples, todo lo que declares con tu boca será creado al instante.
–¡Que emoción! –dije, ¿Cualquier cosa que diga se va crear al instante?
–¡Exacto! Puedes hacer la siguiente prueba, di por ejemplo estás palabras «Que exista un perro» y así sucedió, de la nada apareció un perro.
–¡No lo puedo creer! –exclame ¡Ahora me toca a mí! Y dije «Que aparezca un gato» esperé unos segundos pero nada pasó «Que exista un gato» y nada. –¿Qué pasa? –pregunte.
–Lo que pasa es que cuando declares algo tienen que creer que va a existir. A ver, has la prueba una vez más.
–«Que exista un gato» –dije creyendo–, y el gato apareció instantáneamente. –¡Increíble! ¿Es real? Lo toqué y el gato lamió mi mano. Estaba eufórico, por lo que salí corriendo dejando atrás al dueño del jardín sin importar si tenia algo más para decirme, el corazón me explotaba de felicidad, podría crear lo que quisiera, el perro y el gato me seguían alegres mientras corría. De pronto como si estuviera en una comedia musical comenzó a sonar una melodía muy suave y pegadiza, como de flautas, guitarras y algún otro instrumento melódico que no pude reconocer. Saltaba de felicidad «Que exista una bicicleta» «Que exista un caballo» «Que exista una pista de autos eléctricos» «Que exista un dron» estuve horas creando y jugando con mis creaciones. En un momento creé un hámster para jugar con el y al descuidarlo el caballo lo piso, que mal, mi creación se había muerto, con toda la inocencia de un niño dije –«Que el hámster reviva» y el hámster revivió ¡Que alegría! Esa música tan bella se seguía escuchando de fondo. Seguí jugando hasta llegar a un lugar extraño, era la entrada a un campo, estaba custodiada por dos figuras colosales, parecían ángeles, tenían en sus manos espadas de luz, alrededor de ellos y por todos lados del campo se movía una espada de fuego que cumplía el mismo propósito que los ángeles, cuidar la entrada al campo.

–¿Cómo te fue con el juego Pedro? –Dijo el dueño del jardín de repente–, me di vuelta asustado al escuchar mi nombre.
–Bien, pero tengo algunas preguntas ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué están custodiando los ángeles guardianes? ¿Cómo es que esa espada se mueve sola?
–No es momento de contestar esas preguntas, ya no nos queda tiempo, te tengo que hacer una propuesta: ¿Quisieras tener el poder de crear lo que quieras solamente declarándolo con tu boca al salir de mi jardín?
–Por su puesto, seria fantástico ¿Qué es lo que tengo que hacer? –pregunté.
–Simplemente tienes que creer en mi, creer que soy el que te doy el poder para crear, ya que este don es exclusivo de los que así creen –dijo.
–Claro que creo en usted, ya que lo vi aquí, estuve en su jardín, experimenté el poder de crear.
–Muy bien, con eso basta, pero antes que te vayas te tengo que mostrar algo.
El dueño del jardín se agachó a mi lado y me tocó la frente. Lo que pasó a continuación fue alucinante, flashes, imágenes a toda velocidad una detrás de la otra se fueron sucediendo comenzando con la creación del universo, los primeros seres humanos, Adán y Eva, el jardín del Edén, la serpiente, la espada de fuego que cuidaba el camino al árbol de la vida, Job, Noé, el arca, más imágenes aceleradas, David, los reyes, más imágenes, José y María, el pesebre, Jesús, Jesús y sus discípulos, Jesús es arrestado, Jesús en la cruz, Jesús asciende a los cielos y promete volver, miles de discípulos de Jesús predicando lo que él vivió. Desperté como de un sueño, el dueño del jardín me miró alegre y me preguntó: –¿Lo entendiste?
Al mismo tiempo que entendía todo lo que había visto en esa visión, recordé de que manera había llegado al jardín. Mi desesperación fue total ¿Cómo es que había perdido tanto tiempo jugando aquí mientras mi esposa se desangraba en la ruta? –Me tengo que ir –dije rápidamente y comencé a correr hacia cualquier lugar ¿Dónde podía encontrar la salida? Lo más lógico era ir hacia el agua, la sensación al entrar fue atravesar un bloque de agua, así que me arrojé al rio.

De la misma manera que llegué al jardín, volví a la oscuridad del bosque, corrí hacia Lara, le tomé el pulso y no había señales de vida, la moví lentamente y no reaccionaba, estaba muerta. De fondo empezaba a sonar la música suave y dulce tan pegadiza que había escuchado en el jardín, no le dí importancia, estaba histérico, esto no me lo podía perdonar. Me senté, desesperado y desanimado. Lo que había vivido era tan real ¿Era real? lo dude por un instante, de pronto sentí el impulso de declarar con mi boca lo imposible, las palabras no salieron «Es imposible, nunca nadie lo hizo antes» fue ahí donde escuché la música realmente. Recordé las palabras del dueño del jardín «Tienes que creer que va a existir» «Tienes que creer que va a revivir» «Tienes que creer como si fueras un niño» La música continuaba sonando ¿Sigo en el jardín? ¿Estoy soñando?
«Este don es exclusivo de los que creen en mi» Lo voy a hacer, no lo puedo creer, es una locura lo voy a hacer –Yo creí en ti, yo creí lo que dijiste, yo te creo –murmuré.
«Que Lara reviva» dije en voz alta, pero nada, ni un musculo se movió, entonces grité con todas mis fuerzas «Lara, a ti te digo, ¡Levántate!»
Fue como un sueño, ella abrió los ojos, ella se levantó, ella me miró, ella me preguntó –¿Qué pasó Pedro, que pasó?
–Lara, ¡Tengo una historia increíble que contarte!

© Espíritu Santo
Intérprete: Javier Arevalo
Facebook: Hijos del Viento

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